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dominiquevernay

La fanática humanitaria

Doña Generosa había tenido una terrible pesadilla de la que le costaba reponerse. Esperó impaciente a oír las pisadas del nuevo día para levantarse y abrir las persianas de la ventana de su dormitorio que daba a la calle. Luego, estiró un poco el cuello para alcanzar a ver el trozo de acera de delante de la tienda en la que compraba a diario. Entonces, respiró aliviada al ver a "su" pobre sentado en la esquina derecha de la entrada, como siempre.
–Una pesadilla, nada más que una pesadilla –murmuró entre dientes y se preparó un buen desayuno.

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