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dominiquevernay

Mi padre

Mi padre

Mi padre

Como cada sábado voy de la mano de mi padre hasta la biblioteca del pueblo. Situada en el bajo de un edificio del siglo XVI se llega a ella por un portón de madera labrada; pesa mucho y al empujarlo, cuando es verano y que mi padre lleva la camisa remangada, puedo ver cómo se mueve la serpiente que adorna el bíceps de su brazo derecho.

            Una vez dentro nos acercamos a un mostrador, alto y de madera labrada también, hacia el que mi padre murmura unos buenos días que le son respondidos por la señorita Lisa, la bibliotecaria, una mujer bajita, regordeta y afable, apenas visible tras aquel mastodonte de roble macizo. Mientras los dos bisbisean unas cuantas obviedades sobre el tiempo y demás asuntos aburridos de mayores, yo me pongo de puntillas para ver a la señorita Lisa, de repente sofocada, apuntar —con una caligrafía barroca en la que las mayúsculas, elegantes y traviesas, muestran una anatomía de lo más sensual, con sus trazos finos de tinta negra en las subidas y gruesos en las bajadas, como costuras de medias de nylon—, veo, como les decía, a la señorita Lisa apuntar la fecha y la hora de la devolución de los libros, que mi padre ha depositado encima del mostrador.

            Ahora, me quedaría hablaros del olor inconfundible de aquel lugar mágico, una extraña mezcla de olor a papel, a cera de abeja y a incienso. Tendría también que describiros las manos de mi padre acariciando con suavidad los lomos de los libros, sabiamente ordenados por la señorita Lisa que no nos quita ojo, hasta dar con los ejemplares que se llevará a casa.

            Pero eso lo haría si, de verdad, hubiese habido una biblioteca en mi pueblo, si mi padre me hubiese llevado de la mano cada sábado por sus calles, y si en el bíceps de su brazo derecho y en los sueños de una Lisa hubiese dormido una serpiente.

            Sin embargo, lo que sí recuerdo, es que durante muchos años pude ver y oír a mi padre leer en voz alta un extraño libro, siempre el mismo, cuyo título era: « Apprendre l’espagnol en quelques leçons»*. Cada verano íbamos a veranear a España y quería poder defenderse. Lo consiguió y no solo pudo defenderse, sino que también pudo hacerse muchos amigos en este país que fue, antes de ser mi segunda patria, el país de todas mis vacaciones.

            Nota: Mi padre fue un gran gimnasta y un gran entrenador, y tenía unos bíceps marcados por unas venas que se le hinchaban cuando me abrazaba.

*Aprender el español en unas cuantas lecciones

Mon père

         Comme chaque samedi j'accompagne mon père à la bibliothèque municipale, ma main dans la sienne. Située au rez-de-chaussée d'un viel édifice du XVI ème siècle, on y entre par un portail en bois massif, lourd; quand c'est l´été et que mon père a retroussé les manches de sa chemise, je peux voir tressaillir le serpent qui se pavoise sur son biceps droit.

         Une fois à l'intérieur, nous avançons en direction à un haut comptoir vers lequel mon père murmure un « b'jour, mad´zelle», qui lui est répondu par la gentille et petite Melle Lise, à peine visible derrière le mastodonte en chêne massif. Alors qu'ils échangent quelques banalités d'adultes je me mets sur la pointe des pieds pour voir la bibliothécaire , soudain empourprée, écrire —avec une caligraphie barroque aux majuscules élégantes et aux pleins et déliés quelque peu sensuels, comme des coutures de bas noirs en nylon— pour voir, comme je vous le disais, Melle Lise écrire la date et l'heure du retour des livres que mon père a posés sur le comptoir.

         Maintenant il me resterait à vous parler de la bonne odeur de cire d'abeille, d'encre et de papier qui parfume ce temple, à vous décrire les mains de mon père caressant le dos des livres sagement rangés par Melle Lise —qui ne le perd pas des yeux— pour en choisir un ou deux à emporter. Mais ça je le ferais si, pour de vrai, il y avait eu une bibliothèque dans ma petite ville, si tous les samedis mon père et moi nous avions marché main dans la main dans ses rues, et si sur son biceps droit et dans les rêves d'une Lise s'y était caché un serpent endormi.

         Cependant, ce dont je me souviens c'est de mon père lisant, à voix haute très souvent, un livre, toujours le même: «Apprendre l' espagnol en quelques leçons». Chaque été nous allions passer nos vacances sur la Costa Brava, en Espagne, et mon père voulait pouvoir se défendre. Non seulement il y arriva, mais il se fit de nombreux amis dans ce pays qui fut, avant d´être ma seconde patrie, le pays de toutes mes vacances.

         Mon père a été un grand gymnaste, un grand entraîneur, et lorqu'il me prenait dans ses bras les veines de ses biceps se réveillaient.  

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