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dominiquevernay

El lego

El lego

           —¿Te ha gustado?

            Se lo pregunta así, como si estuviesen en un cine y se acabara de encender la luz.

            —¿Te ha gustado? —insiste sin pudor alguno, con una mirada de niño mimado e impaciente pidiendo el último Lego para su colección.

            Pero a ella nunca le gustaron los niños mimados y menos aún después de una larga jornada de trabajo teniendo que aguantar a todo dios. El querubín sigue a la espera de un sí sensual y largo, espera algo que llevarse a los oídos para presumir ante los amigos y, de repente, la mujer se siente generosa y decide comprarle el puñetero Lego; solo tiene que fingir un poco más y, mientras le susurra un «ha sido maravilloso» de plástico, repite mentalmente la última frase de la novela que, esta mañana mismo, ha quedado abierta en su mesita de noche junto a un consolador y un pañuelo: «Era demasiado tarde.»

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