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dominiquevernay

Efectos secundarios

Efectos secundarios

No sé si ayer, cuando me senté ya muy tarde a ver la tele un rato, mientras San Orfidal empezaba a actuar en mi organismo, no sé si, como os decía antes, vi lo que vi o solo fueron efectos secundarios de aquella dulce borrachera farmacológica en la que estaba entrando. 

Lo primero fue una noticia sobre un concierto para perros, interpretado por humanos, con algunas notas solo aptas para canes. Los amos sentados al lado de sus mascotas, algunas también sentadas en sillas, aplaudían esa iniciativa tan generosa y enriquecedora para con sus animales; los perros, al contrario que sus amos, no quisieron pronunciarse, pero se les veía muy animados olisqueándose los traseros. 
Cambié de canal y después de optar por un documental algo más sesudo sobre design y mobiliario urbano, pude ver de qué manera tan seria algunas cabezas pensantes cavilaban sobre la forma que tenían que tener los nuevos asientos de marquesinas y asientos callejeros en general, para que nadie en su sano juicio pudiese pensar por un segundo en pasar la noche en uno de esos rompe-espaldas. Después de muchos intentos, un contorsionista contratado por la empresa, demostraba a un jefe de creativos rebosante de orgullo que, efectivamente, era del todo imposible. 
Después de la primera noticia sobre orquesta para perros opté por tomarme un segundo Orfidal, total, un día es un día y lo necesitaba... Ahora bien, no creo que me tengáis que hacer mucho caso si os digo que me pareció ver, en una última parte del documental, al jefe de creativos olisquearle el culo al contorsionista.

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