Babas
—No entiendo por qué me está mirando.
Jaime se dio la vuelta sin disimulo para ver quién era el que se atrevía a incomodar a su nueva amiga.
—¡Anda! si es el tío de la entrevista… no te preocupes, es a mí a quien mira; la verdad, ¿no sé lo que está celebrando? Pero ya te cuento luego, de momento, a lo nuestro, que tengo un hambre… ¿Qué vas a tomar?
Era mi segunda cita con Jaime y las cosas iban por buen camino. Me había invitado a un restaurante de moda y, al llegar a los postres, vi que el chico que tanto nos había mirado en un principio se levantaba; me fijé en él mientras se dirigía hacia la puerta y pude comprobar que era alto, desgarbado y que andaba con los pies muy juntos, como siguiendo una invisible raya que lo separase de un precipicio.
—Por cierto, dije entonces a Jaime, cuéntame lo de este chico.
—Poco hay que contar —me contestó un Jaime suficiente que no conocía aún— era aspirante para un puesto en mi empresa y lo rechacé.
—¿Por?
—En realidad por un detalle de nada pero, que a mi entender, resulta muy revelador de un carácter: se pasó toda la entrevista jugueteando con un botón de su camisa.
Era claro que para Jaime aquella conversación sobre el candidato rechazado estaba zanjada y se dispuso a engullir su trozo de tarta de merengue.
—Sí, es verdad, hay detalles que dicen mucho del carácter de una persona y uno, es su manera de comer —espeté con gesto de asco.
Luego, le ofrecí mi servilleta y me levanté.
—¡Límpiate!, que tienes la cara llena de merengue.
Llegando ya a la puerta oí a Jaime protestar desde la mesa:
—Pero ¿qué mosca te ha picado?, vuelve… —la frase quedo en suspenso, Jaime se estaba ahogando en babas blancas de merengue o, tal vez, en las suyas propias de trepa rabioso.
Entonces, volví hacia él y agachándome para ponerme a su altura le silabeé esta frase:
—Re-cha-za-do, ca-brón.
Nota:
Durante mucho tiempo me fijé en todos aquellos desgarbados que iban jugueteando con un botón al hablar y que andaban con los pies muy juntos, como siguiendo una invisible raya que los separase de un precipicio... y me casé con uno.
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