Podredumbre
Las dos mujeres se empeñaban en estirar y sacar sabor a una tarde más.
–De qué estábamos hablando –preguntó una de ellas después de un corto silencio.
Ocurría a menudo que las conversaciones quedaban suspendidas, como moscas en verano, en el aire de los suspiros y bostezos de ambas, y que necesitaban de un empujoncito para no caer como cometas en un día sin viento.
–De Marga –contestó la otra tirando de la cuerda de la cometa.
–¡Ah sí!... Pues como te iba diciendo creo que se la vio varias veces en la plaza con los jóvenes del 11 o del 15 M ese.
Las dos se miraron con un gesto de cuarto y mitad de alivio por no tener que cambiar de tema, y de lo mismo de entendimiento.
–¿Qué se creerá?, ¿qué no sabemos a lo que va? ¡Con la pensión que le ha quedado del pobre Julián, ya puede ir por ahí y hacerse la «ecografista» o cómo se diga!
–¡Qué razón tienes!, si contará lo que yo me sé.
–¡Ya te digo!... Y lo que yo me sé también.
–¡Si fuéramos malas!...
El hilo de la cometa no da más de sí. Se levantan.
–Te dejo pero no me acompañes, ya me conozco el camino.
–Tranquila, que tengo que ir a la cocina para cambiar el frutero de sitio; en esta época del año el sol me da de lleno en la mesa y si me descuido se me pudre la fruta.
3 comentarios
Cristina -
Berta -
Coque -
"...gesto de cuarto y mitad de alivio" lo dice todo de las protagonistas.