Sin anestesia
—Este gordo ocupa mucho lugar, así es que, ¡fuera! Y estas muñecas también: ¡fuera la coja, la manca y la calva!
La niña sabe que Lupita, su cuidadora, tiene razón, no serviría de nada protestar.
—En la nueva casa, solo lo bonito y útil —había dicho su madre en tono cortante de hilo de bisturí, separando lo gangrenado de lo sano.
Llega el día. La niña echa una última mirada al contenedor donde se acumula todo lo desechado. Un pie calzado con zapatilla de cuadros sobresale de la tapa vencida. La niña reconoce la zapatilla; es la de la abuela.(Relato presentado a Relatos en Cadena de la Ser)
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Miguel -