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dominiquevernay

Barrabás o el indulto

–No sé cómo será, Antón, no me lo han dicho –contesta la mujer compungida. Luego, le sigue con la mirada hasta verle desaparecer tras la puerta. 

Mientras se abrocha el abrigo y recoge su bolso del suelo, intenta recordar un solo día en el que su Antón no le haya dado un disgusto. 
–No, malo no es, pero es muy suyo –suele decir cuando, para molestarla, le preguntan por él. 
Y ahora que, por una vez, su Antón cumple todo los requisitos para poder participar en algo grande, se le pone tiquismiquis. 
–Pues cuando sepas cómo va a ser, hablamos, pero métetelo bien en la cabeza: ni hábito ni procesiones má, si no, que suelten a otro –le ha dicho.

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