Raíces flotantes
Había vuelto después de treinta largos años en el exilio, pero no pudo abrazar a la gente que fue a recibirla, ni bailar en las fiestas que habían preparado en su honor. Pero eso se lo perdonaron; ¿qué se podía esperar de alguien que solo volvía con la mitad de lo que había sido? Otra cosa muy distinta fue que no llorase de emoción y permaneciera serena con los ojos fijos en no sabían qué otra realidad.
—Que vuelva por donde ha venido —dijeron todos.
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