Del 65
—¿Y cómo es que nunca cambiaron el bombín? —pregunta.
Estamos solos, afuera en el jardín. Tiene los puños apretados en los bolsillos y la vista fija en una curva de la carretera. Repite la pregunta.
—No sé si lo hicieron o no —le contesto—, puedo comprobarlo, guardo todas las facturas, pero no creo que ahora sirva de...
Me interrumpe con una carcajada o, tal vez, con un llanto.
—Cierto —dice— tú y tus putas manías: conservarlo todo, no tirar nada..., y vas y le regalas una Derbi podrida a un chaval de dieciséis años, a tu nieto, a mi hijo.
Ahora llora a carcajadas.
(Escrito para REC)
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