Encuentro en Ranón
Ayer llevé a una amiga al aeropuerto, y haciendo tiempo hasta que llegase su avión que venía, cómo no, con retraso, nos sentamos a charlar. De repente, me fije en un hombre, sentado también, no muy lejos de nosotras, y el corazón me empezó a latir a ritmo de samba: era Juan José Millás. Esta semana empezó con aquella supuesta llamada de Cadena Ser para REC, y me encontraba, ahora, junto a mi escritor de referencia. Venía de una charla en Oviedo y parecía cansado, perdido en su mundo de armarios de doble fondo, de moscas en el frigorífico, y yo, que en sueño tropecé varias veces con él —por ir por allí mirando la realidad desde mi ojo derecho, mientras que él lo hacía desde el suyo izquierdo— y que no sé callar, no encontré ningún buen motivo que justificase que le abordara. Hoy soñé que le decía:
—Hola, soy Dominique Vernay.
Y él me contestaba:
—¡Hombre, Dominique!, ya tenía ganas de conocerla en persona. Leí su «No me quites la costra» y su novela «¿Y ahora qué, Emma?» y me gustaron mucho.
No nos atrevimos a tutearnos.
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