Aquellos domingos
Cuando a mi hermana mayor le dio por fijarse en los chicos, se hizo fiel seguidora de nuestro equipo local de fútbol. No se quería perder ningún partido.
—Acompañarás a tu hermana —había decretado mi madre en el mismo tono de voz con el que don Abel, el párroco, nos recordaba que amasemos a Dios por encima de todas
las cosas. Y a mi porqué de tal decisión, contestó lo que en aquella época era de lo mejor en jugadas maternales y paternales—. Porque lo digo yo.
Y así empezaron un montón de domingos con misa mayor por la mañana y partido por las tardes. Iba con el mismo ánimo a las misas como a los partidos, llegando a ser estos últimos como las prórrogas de las primeras.
Durante cierto tiempo no supe de la misa la media en cuestión de fútbol, pero palabras como córner y penalti me llegaron a ser familiares. Así que cuando sorprendí a mi madre decir a la vecina —en gran secreto—que qué pena y vergüenza que la hija de la Paqui se tuviera que casar de penalti, no me quedó más remedio que interesarme por las reglas de un juego que tal vez entrañase ciertos riesgos. Y ahora que lo pienso... fue más o menos en esa época cuando a mí también me empezaron a gustar los chicos.
#historiasdefútbol
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