El parche del príncipe
Erase una vez un príncipe al que le dolía mucho el cuello por trabajar horas y horas en el estudio de los pergaminos del reino.
Un día en que el dolor resultó ser insoportable, llamó al alquimista de su padre, el rey, para pedirle que le procurase una pócima mágica para aliviar su sufrimiento. El alquimista, hombre sabio y perspicaz, no tardó en dar con el remedio; era un ungúento al que dio forma de diminuta cataplasma, para mayor comodidad del príncipe -que en aquellos tiempos tenía que partir a las cruzadas a una isla lejana-. El doliente tendría que llevarla pegada al cuello, de día y de noche.
El efecto fue inmediato y al príncipe se le veía muy feliz con aquel pequeño parche. El pregonero real número Cinco llevó la buena nueva a todo el pueblo que se alegró muchisimo por su alteza y que intentó por todos los medios hacerse con aquel remedio mágico; no es que ninguno de ellos padeciera grandes dolores, pero les gustaban poder lucir aquel noble parche.
El alquimista, lleno de júbilo al poder traer tanta felicidad al príncipe y a su pueblo, se dedicó en cuerpo y alma a la preparación de miles y miles de parches; sin apenas haberlo querido, aquel hombre se hizo muy rico, así como el pregonero real número Cinco… y colorín, colorado este cuento se ha acabado.
5 comentarios
Coque -
Me gusta Dominique.
cristina -
;-)
b... -
Dominique -
bor... -
!genial! ¿por qué no se lo mandas al principe? Le gustaría