La balanza y la sopera (basado en rumores)
Se sentía generoso y tenía prisa por volver a casa así es que, con voz solemne, pidió al acusado que se pusiera en pie y le leyó la sentencia absolutoria. Luego, se despojó de aquella toga que le daba mucho calor y fue hasta la cochera donde, en un sitio reservado para él, se encontraba su automóvil.
Llegando a casa se puso cómodo, se sentó a la mesa y empezó a hojear el periódico que se encontraba doblado junto a su plato. Al segundo apareció su mujer con una sopera de porcelana fina en las manos. Ella preguntó:
─¿Qué tal el día?, ─pero él no contestó.
Apartó el periódico, desdobló su servilleta colocada en forma de abanico en su copa y se la puso en la pechera. Luego, dio un primer sorbo sonoro a la sopa que acababa de servirle su esposa.
─Está fría, ¡otra vez me la has servido fría¡ ─vociferó el señor juez y, acercándose a su mujer que poco a poco iba retrocediendo hacia la puerta, la abofeteó.
─¿Es que no me merezco un momento de paz al día? ─añadió agotado.
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Miguel -
Dominique: La alquimista de la brevedad.