Primavera de microrrelatos indignados (segunda jornada)
La manifestación
No me venía muy bien,
que si no,
yo también hubiese ido –dijo la mujer ensortijada.
La Miseria y Doña Angustias
No se conocían hasta que sus miradas se cruzaron, a pesar de que Doña Angustias tuviera siempre mucho cuidado de que eso no ocurriera. Pero, un momento de descuido lo puede tener cualquiera, sobre todo estando Doña Angustias como estaba, absorta en cerrar la cremallera de su monedero que cada dos por tres se le atascaba. Ahora, de camino a casa, iba hablando sola aunque eso fuese de gente loca.
–Se les da sin más miramientos y, ¡vaya usted a saber en qué se gastan las limosnas! –iba murmurando–. ¿Y cómo nos lo agradecen? Antes, con «toda humildad y zalamería»,* como siempre fue y como tiene que ser. Pero ahora lo hacen, ¡mirándonos a los ojos!, sí señor, ¡levantando la cabeza y mirándonos a los ojos! Y me pregunto, ¿para qué creerán que se les da?, ¿para que se nos pongan arrogantes y nos cuenten sus vidas? Pues, ¡hasta aquí podríamos llegar! El trato era bien simple pero, en lo que a mi se refiere, queda roto. Bastante mal huele la miseria sin que, además, tengamos que mirarla a los ojos.
*NADA, de Carmen Laforet
6 comentarios
josseluiss -
Aquellos fueron otros tiempos
Por increíble que le pareciera a Doña Angustias, miró a la mendiga, y sus miradas se cruzaron con complicidad.
Un gusto enorme haberte leído :-)
B -
CARMEN -
Dominique -
Miguel no me debes nada :-)))) y ahora, tú, a descansar...
Miguel -
El primer relato es, el segundo será.
La hipocresía de las apariencias.
Muy bien Dominique.
Me han gustado (te debo un mail, a ver cuando me pongo al día).
Nos vemos en la alambrada.
Ximens -