Para que luego no me digas...
Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel.
–¿Y este tatuaje? –le pregunto cogiéndole la muñeca con fuerza.
–¡Qué cegato eres papá!, es un número de teléfono escrito a boli y, ¡suéltame que nos están mirando y me haces daño!
–¿De un noviete?, ¿lo sabe tu madre?
–Sí y sí. ¿Tranquilo?
–¡Vale! Pero, ¡entiéndeme!, solo tienes catorce años y tengo el derecho y el deber de recordarte...
–Ya, ya... que los tatuajes no hay quien los borre. Ya lo sé.
–Vale, pues eso... ¿Y de postre que vas a tomar?
(Escrito para Relatos en Cadena- Cadena Ser)
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