Texto seleccionado y publicado
De carne y hueso
Llevo unos días hablando con el busto de mi marido. Lo trajo él mismo, debajo del brazo, de sus clases de modelaje de barro. El parecido es sorprendente y creo que me estoy encariñando con ese doble.
—En cuanto seque, lo llevaré a cocer —sentencia mi marido al vernos tan unidos.
No dejaré que lo haga. El busto está cogiendo un aspecto cada vez más saludable, al contrario que mi marido; inmóvil en una esquina del salón, se está agrietando y nos lanza miradas de cuencas vacías. Tengo que llevarle a cocer.
Dominique Vernay Juillet
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