Lencería fina
La voz un poco ronca y una barba de dos o tres días, así es el hombre que vive en el cajón de mi ropa interior. Mientras que sigo al pie de la letra todas las recomendaciones de lavado que vienen en las etiquetas de cada prenda allí guardadas, él se permite oler, acariciar, arrugar y desgarrar sedas y encajes. Hoy, el hombre que duerme a mi lado en la cama me mira, asombrado, recoser la tira de un tanga negro.
–¡Joder! –me dice
–¡No es mío! –le miento
–¡No sabía que supieras coser!
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Dominique -
Miguel -
Dominique -
Coque -