Entre sesos y riñones
-Quería cuarto y mitad de imaginación pero veo que ya no le queda.
-¿Imaginación?... ¡Siempre la tenemos y bien buena!... Ahora mismo voy a por ella.
Al minuto el casquero vuelve con una imaginación fresca y tierna colgando de un gancho.
-No podemos tenerlas fuera, a la vista -me explica- enseguida se ponen perplejas.
Unos días más tarde
Esta mañana volví a la casquería a por un trozo de cordura.
–No me queda y no creo que la vaya a tener.
–Necesitaba unos gramos nada más, para dar algo de sustancia a un caldo; la ibérica va muy bien pa’ eso.
–Ni ibérica ni de fuera... Ya no la hay por ningun lado.
Me quedé pensativa, cavilando sobre qué podría llevar que no fuera cordura pero que se le pareciera, cuando la "faltosa" de detrás de mí en la cola saltó:
–¡A ver si te decides de una vez, que las demás tenemos prisa!
Se ve que hablaba por todas, porque todas menearon la cabeza en plan "pero que razón tienes, ¿qué se habrá creído esta con su cordura?".
Como me daba la vuelta para responder a la impertinente, vi que llevaba los rulos puestos y le dije con tonillo:
–¡Qué guapa vas... ni que fuera sábado!
–Ya, es que en unos días me jubilo y van a venir los de la tele a hacerme una gran "interviu" –me contestó hinchando su papada de gallina clueca.
Todas quedamos en silencio salvo el casquero:
–La despiden, querrá decir.
–No, me jubilo, jubilación voluntaria – recalcó la faltosa.
Estábamos perplejos... lo que me llevó a pensar en la imaginación que, para sustancia, podría servir igual de bien que la cordura.
–Lo siento... ni imaginación me queda –me dijo el casquero.
–No me queda y no creo que la vaya a tener.
–Necesitaba unos gramos nada más, para dar algo de sustancia a un caldo; la ibérica va muy bien pa’ eso.
–Ni ibérica ni de fuera... Ya no la hay por ningun lado.
Me quedé pensativa, cavilando sobre qué podría llevar que no fuera cordura pero que se le pareciera, cuando la "faltosa" de detrás de mí en la cola saltó:
–¡A ver si te decides de una vez, que las demás tenemos prisa!
Se ve que hablaba por todas, porque todas menearon la cabeza en plan "pero que razón tienes, ¿qué se habrá creído esta con su cordura?".
Como me daba la vuelta para responder a la impertinente, vi que llevaba los rulos puestos y le dije con tonillo:
–¡Qué guapa vas... ni que fuera sábado!
–Ya, es que en unos días me jubilo y van a venir los de la tele a hacerme una gran "interviu" –me contestó hinchando su papada de gallina clueca.
Todas quedamos en silencio salvo el casquero:
–La despiden, querrá decir.
–No, me jubilo, jubilación voluntaria – recalcó la faltosa.
Estábamos perplejos... lo que me llevó a pensar en la imaginación que, para sustancia, podría servir igual de bien que la cordura.
–Lo siento... ni imaginación me queda –me dijo el casquero.
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