La tumba
Cuando tú desapareciste la casa fue cambiando. Yo seguía al lado de papá pero, ¡ya me conoces!... Apenas me había sorprendido al verle llenar el balcón de flores de plástico, tallar un crucifijo de madera y grabar en un trozo de mármol negro su nombre en letras doradas. Pero cuando quiso tapiar las ventanas y las puertas me asusté. Sólo entonces me asusté.
–¡Estoy aquí! –chillé.
–¿Tú?, ¿aquí? –murmuró sorprendido, y se puso a tallar otro crucifijo y a grabar mi nombre junto al suyo.
–¡Estoy aquí! –chillé.
–¿Tú?, ¿aquí? –murmuró sorprendido, y se puso a tallar otro crucifijo y a grabar mi nombre junto al suyo.
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