La fanática humanitaria
Doña Generosa había tenido una terrible pesadilla de la que le costaba reponerse. Esperó impaciente a oír las pisadas del nuevo día para levantarse y abrir las persianas de la ventana de su dormitorio que daba a la calle. Luego, estiró un poco el cuello para alcanzar a ver el trozo de acera de delante de la tienda en la que compraba a diario. Entonces, respiró aliviada al ver a "su" pobre sentado en la esquina derecha de la entrada, como siempre.
Una pesadilla, nada más que una pesadilla murmuró entre dientes y se preparó un buen desayuno.
Una pesadilla, nada más que una pesadilla murmuró entre dientes y se preparó un buen desayuno.
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