El parque en invierno
Al igual que su madre, la pequeña estaba pendiente de los pasos del hombre en la escalera. Si cojeaba –como si el mal humor lo trajese pegado a la suela de uno de sus zapatos: una pisada fuerte, otra suave– la niña sabía que su padre estaba de malas, que una vez más le habrían dicho que lo sentían, que no había nada par él, que volviese al día siguiente por si acaso y, rápidamente, terminaba de vestir a Sofía.
–¡Estate tranquila!, tengo que ponerte el abriguito –le decía la niña con voz persuasiva.
Fuerte, suave, fuerte, suave...
–Sí, date prisa –murmuraba la madre acariciando la mejilla de la niña que retiraba la cara como quien evita un golpe–. Ya sabes que a papá enseguida se le pasa.
Y mientras una puerta se abría sobre lo que quedaba del hombre, otra, la de la despensa, se cerraba tras la niña y Sofía, su muñeca.
8 comentarios
dominique -
Puri -
Un abrazo
Miguel -
miguel jiménez -
Un abrazo.
Elysa -
Besitos
Ana Martinez -
Un abrazo
Javier Ximens -
Fran Rubio -