Las espinas de las palabras
–¡No te comas las palabras! –le repetían.
No hacía caso, las devoraba todas sin excepción. Pero con los años se fue volviendo aprensivo y unas molestias en la tráquea empezaron a obsesionarle. Supuestos expertos le recomendaron entonces batidos de minúsculas para facilitar la deglución, además de un régimen bajo en "eles", siendo estas –junto a las oclusivas "tes"– las responsables de los peores atragantamientos.
El hombre demostró tener gran fuerza de voluntad; se acomodó a vivir sin Lápiz, sin Libro... sin Libertad.
–Será hasta que se ponga bien –le dijeron al pobre iluso.
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Dominique -
Javier Ximens -