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dominiquevernay

La ceguera de los sueños

La ceguera de los sueños

Oscar había vuelto a tener pesadillas, y por mucho que su madre intentaba hacerle sonreír, no lo conseguía. El pequeño estaba sentado frente a su tazón de leche y se asomaba a él como si estuviese midiendo la profundidad de un pozo o, tal vez, la de su miedo nocturno del que no había podido emerger aún. Su madre sabía que la única manera de liberar a Oscar de esa congoja era permitirle que le diera forma, que la articulase con palabras. 
—Yo soñé con una preciosa sirena —le dijo ella inventando sobre la marcha—, ¿y tú?
—¿Yo?... —dijo el niño saliendo de su ensimismamiento—. Yo soñé con "eso" que sabes, con "eso" que ya te dije ayer —le contestó encogiéndose de hombros. 
—¿Con esqueletos?
—Sí... Además, dice Iván que debajo de la piel tenemos "eso"... ¿Ves?... toca aquí... —.Y tendió la mano hacia su madre para que se la palpase—. ¿Ves esto duro?... pues es un trozo de... esqueleto —dijo; había murmurado la última palabra.
—Sí, son los huesos de tu mano, y estos que tienes aquí se llaman costillas y protegen tu corazón —le explicó ella haciéndole cosquillas. 
Oscar se debatió.
—¡No, cosquillas no!... ¡Paraaa, que se me va a caer la leche! —protestó. 
Pero Oscar ya estaba casi a salvo de las fauces de la pesadilla que, cada noche desde hacía unos días, le engullía.
—Mira lo que pasaría si no tuviéramos huesos o, lo que es lo mismo, esqueleto. 
Y la madre empezó a hacer como si sus manos y brazos fuesen de plastilina y que se le cayese todo: una cuchara, el trapo de cocina...Terminó bailando para Oscar una especie de pésimo breakdance a la vez que ponía caras que habrían asustado de verdad a cualquiera de paso por la cocina.
Oscar no pudo mantener la risa por más tiempo. No quedaba rastro de pesadilla en su mirada, pero el tazón de leche se había caído.
Mientras las manos y los brazos de su madre recuperaban la energía necesaria para coger una bayeta y frenar, in extremis, la leche que iba derecho a los pantalones de Oscar, el niño se acordó de la sirena. 
—Y la sirena de tu sueño, ¿qué hacía?
—Pues... se encontraba con tu esqueleto y se hacían amigos.
Oscar la miró con cara de "pero tú, ¿qué dices?".
—Es imposible... los sueños no pueden encontrarse, no tienen ojos. Además, las sirenas no existen.

(Escrito para los Viernes Creativos de Fernando Vicente, ilustración de Chiara Bautista)


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