Extracto de un relato de «No te quites la costra que te quedará marca»
«No muy lejos de la casa vimos los primeros caracoles brillantes bajo el orvallo pertinaz. Laura y yo nos entretuvimos en recoger algunos. Mientras yo automatizaba al máximo el movimiento de captura del animal, Laura preparaba (con sus dedos índice y pulgar) una pinza quirúrgica antes de proceder a la elección del molusco. Luego acercaba la pinza a la víctima y, después de tenerla bien sujeta, la observaba con mirada científica. El pobre bicho parecía debatirse durante unos segundos entre vértigo y pudor; de haber tenido pies y manos, hubiera jurado que aquellos caracoles pataleaban en busca de apoyo firme y daban manotazos al aire en un intento desesperado por asir lo que fuera y tapar, de esa guisa, su desnudez.» Extracto de «No te quites la costra que te quedará marca»
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