Desmesura
Bernarda había sido siempre muy exagerada: no le dolía la cabeza, le estallaba, no le molestaba el estómago, le ardía, no tenía pupas en la boca, tenía llagas... Aquella noche era la cuarta vez que Martirio acudía al lado de la vieja para satisfacer una más de sus exigencias.
— Pásame la bacinilla—mandó—, llevo un siglo llamándote y la vejiga a punto de reventar.
Las palabras salían a cuajarones de su boca desdentada.
—Luego, dame unas gotas de láudano y aguarda a mi vera.
Martirio no tenía sueño, se moría de sueño. Martirio no solo no quería a su madre sino que la odiaba, y sabía de sobra que ocho gotas hubiesen sido suficientes.
— Pásame la bacinilla—mandó—, llevo un siglo llamándote y la vejiga a punto de reventar.
Las palabras salían a cuajarones de su boca desdentada.
—Luego, dame unas gotas de láudano y aguarda a mi vera.
Martirio no tenía sueño, se moría de sueño. Martirio no solo no quería a su madre sino que la odiaba, y sabía de sobra que ocho gotas hubiesen sido suficientes.
(Texto escrito para los Viernes creativo de Fernando Vicente, fotografía de Josephine Cardin)
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Dominique -
Javier Ximens -