Velada a cinco manos
Salió, sigilosa, a estirar las piernas. El salón se había quedado desierto, pero Matilde trajinaba aún en la cocina. Elisa esperaría un poco más escondida debajo de la mesa, luego subiría a acostarse y se dormiría intentando descifra aquel extraño baile de manos que acaba de presenciar: don Juan, el notario, acariciando los muslos de su madre con la mano izquierda, su padre, pellizcando las posaderas de Matilde ora con una, ora con la otra, y tía Sole retirando a dos manos la derecha de don Abel, el párroco, empeñado en intercambiar atrevidos sobaos por ricos toqueteos.(Escrito para REC)
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