El bache
En mi calle no se habla del tiempo que hace o que hará, ni de los gamberros que lo dejan todo hecho un asco, ni de crisis de ningún tipo, no, en mi calle se habla de ella, de aquella oquedad, que si bien en sus inicios no fue más que un rasguño en el asfalto, tiene ya contornos de gorda mórbida, con su penacho de hierbajos en un lateral como tocado de fiesta. Cuando de rasguño pasó a agujero, de agujero a bache, decidimos avisar a la autoridad competente; esa, con mucha diligencia, nos pidió un informe escrito y detallado del agujero: ancho, largo, profundidad, incidencias... porque ellos, mejor dicho, ella, o sea, la autoridad competente en baches, era totalmente incompetente en fisura, grieta, ahuecamiento, abertura, hoyo, socavón, concavidad, foso, barranco, mina, pozo, subterráneo...
Llevamos ya dos años intentando calibrar nuestro bache y, cuando después de largas reuniones encontramos en la RAE la palabra que mejor corresponde a sus características, pasa un camión de muchas toneladas o llueve o... y el bache muta de nuevo y vuelta a empezar.
Esta mañana el cartero ha caído en él, es la décima victima mortal en un mes. Todos los vecinos y la gente del pueblo están llenando el bache con flores blancas en su memoria; ha venido también la prensa y el alcalde, ha sido un momento muy bonito, muy emotivo.
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