Asco de mí
De pie en medio de una acera de Madrid, me estoy cagando de nuevo en todos los muertos de una segunda señora a la que acabo de preguntar lo mismo que a la primera: ¿me podría decir usted por favor dónde está la calle...? Misma reacción por parte de esas dos tipejas: mirada de miedo y odio, labios apretados y claro movimiento de apartheid hacia mi persona. ¡Eh, viejas pellejas, que llevo gorrito de pobre pero es de Hugo, de Boss! ¡Eh, jodidas por culo, ya sé que mis vaqueros están agujereados, pero cada agujero me costó lo que cada una de esas perlonas que cuelgan de vuestros lóbulos arrugados de moco de pavo! ¡Eh, que soy tan española como vosotras!... Seguiría de pie en medio de aquella triste acera con la cabeza llena de tantas cutres lindezas, si no fuera porque, de repente, veo mi reflejo en el escaparate de una tienda, una casquería; mi reflejo junto a tuétano, criadillas, sesos, tripas, manitas, mollejas, cabezas, corazones, hígados, lenguas, pulmones, bazos, riñones... y yo... vacía.
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