Orgánico
Al abrir el contenedor, se dio cuenta de que estaba empezando a olvidar el nombre de las cosas. Al atardecer, justo antes de que vinieran a darle la pastilla de los sueños en blanco, y después de liberarse de las ataduras de la otra, de la roja que le tenía postrado gran parte del día, le gustaba levantar la tapa de aquel contenedor y hurgar en él un rato, nombrando una a una cada persona y cosa que de allí sacaba.
—Adela, fresa, mar...
Las palabras quedaban prendidas unos segundos de sus labios bembones, luego iban a morir en las comisuras de su boca, convertidas en una pasta blanca y reseca. (Escrito para REC)
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