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dominiquevernay

Por Asturias y tierras lejanas

Por Asturias y tierras lejanas

 

Cuando por fin se van sus amigotes me dice que me prepare, que nos vamos de viaje. A mí no me gusta tener que prepararme a toda prisa. Además ya es casi de noche y Cova lleva un rato dormida en su cunita. Pues no la lleves, me dice. ¿Dejarla sola e irnos de viaje? ¡Estás loco!, le digo enfadada. 
Cruzamos el jardín en dirección al cobertizo. Lo primero, quitar la lona que cubre el coche. Me pongo de puntillas para ayudar a Mel a enrollarla. Cada uno desde un lado, como para doblar las sábanas. Pero la lona es más pesada, nos cuesta, no es tan divertido como con las sábanas que cuando las sacudes se hinchan y parece que vuelas en globo. 
Pongo a Cova en el asiento de atrás asegurándome antes de que no haya ningún bichito. Me gustaría sentarme al volante, pero Mel me dice que vamos a ir por carreteras con muchas curvas y que mejor conduce él. Antes de subirse engancha dos linternas a la parte delantera del Opel Olympia que está ciego, y de paso coge un hierbajo que encuentra por ahí y se lo lleva a la boca. A mí no me gusta que fume, pero entra aire por todas partes y no creo que a Cova le llegue el humo. 
Arrancamos. Soy yo la que da los mejores acelerones —¡brrrum, brrrum!— porque con el cigarrillo en la boca a él no le salen tan bien. Pero me canso. Ahora nos tenemos que agarrar bien porque empiezan las curvas. Estamos llegando a los lagos de Covadonga, me dice. La verdad es que el paisaje es precioso, pero le digo que tenga cuidado que la carretera es muy estrecha, y que es mejor que deje el cigarrillo y sujete el volante con las dos manos. Es un volante muy grande. Me gusta el ruido que hacen las manos al deslizarse en él. De repente grita: ¡cuidado, una vaca!... ¡Vaya susto!, casi chocamos. Nos reímos, pero luego Mel protesta: «no entiendo que los políticos dejen que estos animales anden libres por los Picos», refunfuña con la misma voz que la de nuestro padre. La imita muy bien.
Del frenazo Cova se ha despertado y me parece que está mareada. Le digo a mi hermano que paremos un rato. Además ya no pienso seguir haciendo de motor. Se me han dormido los labios de tanto «brrrum, brrrum». Quiero conducir. 
Cuando nos llaman de casa para cenar apenas si les oímos. Hemos bajado los dos del viejo Opel del bisabuelo, y con Cova a modo de matraca le estoy dando una buena paliza a mi hermano. Tiene que escupir su cigarrillo todo babeado para poder insultarme. Me da igual que me llame «tonta». Le llamo cosas peores y le sigo dando hasta oírle prometerme que la próxima vez que nos vayamos de viaje conduciré yo. Y si quieres podemos ir a Llanes, me dice. Iremos a donde digamos Cova y yo, le contesto. ¿A dónde querrás ir, amor mío?, le pregunto a Cova mientras le recoloco el vestido y la pierna derecha que se le ha salido. A la India, hago que dice. 
Y cruzamos de nuevo el jardín. A estas horas es una selva y nuestra casa el único refugio posible en kilómetros a la redonda. 
#viajessostenibles

 

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